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El año pasado, ratas africanas gigantes como Carolina evitaron casi 400 000 nuevos casos de una enfermedad mortal. Es posible gracias a su extremo sentido del olfato.
En sus siete años de carrera, había detectado más de 3000 casos de tuberculosis que los centros de salud habían pasado por alto y, gracias a ello, probablemente había evitado la infección a más de 30 000 personas.
La tuberculosis está causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, y tiene seis compuestos orgánicos volátiles que las ratas pueden oler, dice Agizew.
Pero no estamos hablando de una empleada cualquiera. Carolina es una rata gigante africana que puede analizar 100 muestras de esputo (flema) para detectar la tuberculosis en 20 minutos, mucho más rápido que un ser humano, que tarda cuatro días en procesar la misma cantidad de información con un microscopio. Y forma parte de una cohorte de 40 ratas pertenecientes a la organización sin ánimo de lucro APOPO que ayudan a combatir la epidemia de tuberculosis en Tanzania y Etiopía.
“La primera impresión de todo el mundo es que las ratas son nuestros enemigos”, dice Tefera Agizew, médico y jefe de tuberculosis de APOPO, sobre la reputación de los animales en África y más allá. “En cuanto ven cómo funcionan, se enamoran de ellas”, asegura.
Las ratas africanas gigantes no son como el típico roedor de las ciudades de Europa y Estados Unidos. Son tranquilas, más fáciles de adiestrar que algunos perros y capaces de trabajar hasta siete u ocho años (viven de ocho a 10 años en cautividad).
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