un grupo de investigadores de EE UU ha combinado una de las tradiciones más antiguas de la historia de las vacunas con las modernas herramientas genéticas para lograr una vacuna que, en sus primeros ensayos, se ha mostrado segura, logrando un porcentaje elevado de protección y de forma duradera. Buscaban atenuar la virulencia del parásito para que, sin provocar la malaria, indujera una respuesta del sistema inmune. Así, cuando un mosquito con Plasmodium no modificados picara a un humano, sus defensas rechazarían el ataque.
"Los tres genes borrados en los parásitos debilitados son claves para que se establezca en los hepatocitos y protegerse de las defensas del huésped", explica el investigador germano.
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