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El eco de los grandes fuegos del verano no solo persiste en el paisaje, también en el agua. Las lluvias arrastran cenizas, sedimentos y restos químicos hacia ríos y embalses formando ‘riadas negras’ que comprometen el abastecimiento, la agricultura, los ecosistemas y la salud humana.
En áreas rurales, el agua extraída de pozos no controlados puede convertirse en un problema de salud pública. “Podría presentar impurezas y resultar tóxica. Es imprescindible realizar controles periódicos, ya que los contaminantes pueden infiltrarse en acuíferos subterráneos durante años”,

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